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Los dinosaurios, ¿eran de sangre fría o caliente?

Foto del escritor: Acta DiurnaActa Diurna


Durante décadas, la imagen popular de los dinosaurios los mostraba como reptiles lentos, de sangre fría y de movimiento torpe. Sin embargo, investigaciones recientes han revolucionado esta concepción y han encendido un debate apasionante en la comunidad científica: ¿eran los dinosaurios de sangre caliente (endotérmicos) o de sangre fría (ectotérmicos)?


Cuando los primeros fósiles de dinosaurios fueron descubiertos en el siglo XIX, se asumió que, como los reptiles actuales, sus antepasados eran de sangre fría. Esta visión prevaleció durante mucho tiempo, en parte debido a la limitada información anatómica y a la analogía con los reptiles modernos. Sin embargo, a medida que los hallazgos se volvieron más completos y se desarrollaron nuevas técnicas de análisis, paleontólogos como Robert Bakker y John Ostrom propusieron que muchos dinosaurios podrían haber sido animales activos, con un metabolismo elevado similar al de las aves y los mamíferos.


La evolución de la paleontología del dinosaurio marcó el denominado “Renacimiento de los Dinosaurios” en los años 60 y 70, cuando se planteó que las adaptaciones anatómicas –como la postura erguida, el sistema respiratorio eficiente y las altas tasas de crecimiento óseo– eran indicativos de endotermia.


Evidencias de un metabolismo elevado


1. Adaptaciones anatómicas y biomecánica


-Postura y locomoción:


Los dinosaurios, en particular los terópodos bípedos, mostraban una estructura ósea que favorecía el movimiento activo. La disposición vertical de las extremidades y la evidencia de músculos bien desarrollados sugieren que estos animales requerían un suministro constante de energía para moverse con agilidad. Estudios biomecánicos indican que una postura erguida y una locomoción eficiente son características típicas de animales de sangre caliente.


-Crecimiento rápido:


El análisis histológico de los huesos fósiles revela tasas de crecimiento comparables a las de aves y mamíferos modernos. Estas altas tasas de crecimiento son difíciles de sostener sin un metabolismo elevado, lo que apunta a una endotermia en al menos algunos grupos dinosaurianos.

2. Evidencia química y molecular


-Isótopos de oxígeno:


Los análisis de las proporciones de isótopos en los huesos fosilizados han mostrado diferencias muy reducidas entre el núcleo del cuerpo y las extremidades en algunos dinosaurios, lo que se interpreta como una regulación interna de la temperatura. Esta constancia térmica es propia de los animales de sangre caliente.


-Biomoléculas fosilizadas:


Estudios recientes han identificado señales de lipoxidación –subproductos de la fosforilación oxidativa– en fósiles de dinosaurios, lo que refuerza la hipótesis de que tenían tasas metabólicas altas, comparables a las de las aves modernas. Estos hallazgos abren la puerta a la posibilidad de recuperar fragmentos de proteínas que nos permitan reconstruir aspectos de su fisiología.


3. Evidencias ecológicas y de comportamiento


-Distribución geográfica:


Se han descubierto dinosaurios en regiones polares y en latitudes extremas. En ambientes donde las temperaturas son muy bajas, la capacidad de mantener una temperatura corporal constante es fundamental para la supervivencia, lo que sugiere que al menos algunos dinosaurios eran endotérmicos o poseían mecanismos intermedios (homeotermia inercial) que les permitían regular su temperatura a pesar de su gran tamaño.


-Relaciones evolutivas:


Las aves, descendientes directos de ciertos dinosaurios terópodos, son claramente endotérmicas. Este vínculo evolutivo ha llevado a muchos investigadores a pensar que la endotermia podría ser un rasgo ancestral en el linaje dinosauriano.


¿Podrían haber coexistido distintos regímenes metabólicos?


La evidencia acumulada indica que el metabolismo en los dinosaurios no es un asunto blanco o negro. Es posible que existiera una gama de estrategias termorreguladoras:


-Dinosaurios pequeños y ágiles:


Es probable que muchos de los dinosaurios más pequeños y activos fueran endotérmicos, manteniendo una alta tasa metabólica que les permitiera una vida activa y adaptativa en diferentes entornos.


-Gigantotermia en especies colosales:


En el caso de los enormes saurópodos, como el Brachiosaurus, se sugiere que su gran masa corporal pudo haberles permitido conservar el calor interno (homeotermia inercial). Aunque no generaban tanto calor como un animal típico endotérmico, su tamaño les ayudaba a mantener una temperatura relativamente constante, lo que a veces se ha denominado gigantotermia.


-Metabolismo intermedio:


Algunos científicos plantean que ciertos dinosaurios podrían haber tenido un metabolismo intermedio, combinando rasgos de endotermia y ectotermia. Esta estrategia híbrida habría sido ventajosa en un mundo con climas variables y ecosistemas en constante cambio.


El consenso actual y el camino hacia el futuro


Si bien la discusión continúa y aún quedan aspectos por esclarecer, la mayoría de las investigaciones recientes convergen en la idea de que muchos dinosaurios –especialmente aquellos con características anatómicas y comportamentales asociadas a una alta actividad– eran de sangre caliente o poseían mecanismos avanzados para regular su temperatura. Las técnicas de espectroscopia y el análisis de biomoléculas están abriendo nuevas ventanas hacia la fisiología de estos animales, permitiéndonos adentrarnos en aspectos que hace poco parecían inalcanzables.


La complejidad del metabolismo en el pasado profundo nos invita a replantear nuestras ideas preconcebidas sobre los dinosaurios. Lejos de ser simples reptiles de sangre fría, estos gigantes prehistóricos habrían desarrollado estrategias evolutivas sorprendentes que les permitieron dominar la Tierra durante más de 135 millones de años. NCYT

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