¿Se debe enseñar a los niños y jóvenes estudiantes de los colegios de todo el país los resultados arrojados por la Comisión de Verdad? Esa es la pregunta que se hacen los padres de familia colombianos a propósito de la propuesta del ministro de Educación designado por el nuevo gobierno: Alejandro Gaviria, quien, por cierto, fue hasta hace poco rector de la prestigiosa Universidad de Los Andes.
La polémica está servida.
Con el solo ánimo de contribuir a la discusión hacemos las siguientes consideraciones:
En primera instancia, hasta ahora los resultados de la comisión refleja realmente la verdad de lo que vivió el país por lo menos en los últimos 30 años. Pues, no existe un estudio similar realizado por una comisión de alto nivel durante 3 años -autorizados y financiados por el gobierno- que haya invertido más de 23.000 horas de investigación obteniendo 14.000 entrevistas, 1.100 informes, 50 encuentros con la verdad con más de 30.000 asistentes y otras evidencias, para concluir que fueron 450.000 personas asesinadas durante el conflicto. Lo más grave es que el 90% de las víctimas mortales eran civiles. Allí se encuentran incluidos los 6.402 jóvenes asesinados por las fuerzas del orden y presentados como “falsos positivos”.
En segundo lugar, la información es un derecho fundamental de los ciudadanos consagrado en el artículo 20 de nuestra constitución nacional. Significa que la información que ha sido entregada a través de estos informes oficiales no pertenece al Estado, ni a los comisionados que adelantaron el trabajo, ni a los funcionarios públicos que intervinieron, ni siquiera a las víctimas, sino a toda la sociedad. Es necesario, y además obligatorio, que todos tengamos acceso a ella por muy dolorosa y cruda que ella sea. Por supuesto incluidos los niños y jóvenes como ahora se plantea.
Ahora bien, un punto de la mayor importancia tiene que ver con la manera como se debe hacer. Es decir, cómo y en qué términos se debe revelar estos resultados a este grupo especial de la sociedad conformado por los niños de prescolar y primaria y los jóvenes que cursan el bachillerato. Y en ese tema fundamental hay que considerar que sin lugar a dudas es mucho mejor que éstos conozcan y analicen la verdad en un aula de clase con una metodología adecuada a su condición social, edad física y madurez mental en un ejercicio colectivo con sus pares y guiados por un profesor, antes que haciéndolo solos en sus casas o sus barrios, a donde han sido desplazados, de manera cruda y descarnada bajo las premisas del miedo, el rencor, la rabia, la sed de venganza o la frustración por haber sido directa o indirectamente integrante de una de las familias de las 8 millones de víctimas que arrojó en total el conflicto, de acuerdo al informe.
Este ejercicio, manejado profesional y científicamente, muy seguramente va a sentar las bases, con fundamento en la reflexión colectiva sobre la verdad histórica, para construir una nueva manera de convivir cuyo objetivo será la no repetición de los hechos del pasado y la no tolerancia a los hechos presentes de violencia que aun hoy seguimos viviendo (en este solo año han sido asesinados 94 líderes sociales y ambientales y hasta ahora van 36 policías sacrificados).
Ahora que, luego de presentado el informe de la “Comisión de la Verdad”, surjan opiniones sobre si los resultados convienen o no a ciertos grupos políticos es otra discusión.
Pero es necesario partir de una premisa fundamental: “La opinión es libre, pero los hechos son sagrados”.
@vherreram
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