Quise conocer, para enriquecer esta nota con algún rasgo documental de primera mano, los recuerdos que hoy, tantos años después de su muerte, tienen de este gran músico colombiano tres miembros de su generación musical, los colombianos Justo Almario, Francisco Zumaqué y Eddy Martínez, pero no me fue posible contactar oportunamente al pianista y compositor pastuso, pero pude contar, sí, contar con dos valiosos testimonios de esas otras dos glorias de nuestra música que tuvieron la oportunidad de conocerlo y de compartir con él vida y música.
Estas fueron las palabras con las que el maestro Zumaqué evoca su recuerdo:
“Un día me llamó Joe, y me dijo: ‘Esta noche vamos a cenar con Jimmy Salcedo a las siete, pero veámonos antes para conversar un poco’.
» Pero cuando estaba llegando al lugar acordado me llamó de nuevo para pedirme que nos viéramos a pocas cuadras en casa de su mamá. Me recibió en la entrada del edificio con su sonrisa característica. Me invitó a pasar y de inmediato comenzó a hablar sobre armonías por cuartas y de algo que le fascinaba que era la superposición de acordes de séptimas menores cuya base y nota superior era la misma nota. Especialmente la sonoridad de re menor séptima menor sobre do menor séptima menor, racimo de ocho notas que movía en forma paralela sobre el teclado del piano, una y otra vez.
» De repente se puso de pie y dijo que debía pasar un momento por su casa a ver a su mujer y a su hija Nicole. Lo seguí sin objeción. No bien llegamos a su apartamento, volaron platos y otros enseres domésticos en nuestra dirección, dejando claro que no éramos bienvenidos. En ese momento me enteré que hacía tres días que el Joe estaba “perdido de su casa”. Él, siempre sonriente y muy calmado, balbució unas explicaciones que me parecieron bastante incongruentes y salimos del apartamento huyendo del peligro.
» Finalmente fuimos al encuentro con Jimmy en un restaurante cercano donde estuvimos, como siempre, comiendo, tomando vino y planeando un superconcierto de los tres para El show de Jimmy concierto que con todo lujo de detalles quedó en nuestras mentes pero que nunca se realizó.”
Y por su parte el maestro Justo Almario lo recuerda así:
“Yo conocí a Joe Madrid en Bogotá en 1964, en casa del saxofonista Alex Muñecón Acosta, donde yo vivía por esos años. Álex era como mi hermano mayor porque yo me había criado en Barranquilla en casa de sus padres, que eran como los míos. Yo tenía 15 años y Joe unos 19, y había llegado allí porque Álex lo había llevado para integrarlo a la orquesta que él tenía en ese momento en donde Joe tocaba el bajo acústico (no el piano) y yo el saxo. Desde entonces fuimos amigos.
» Al año siguiente nos fuimos a Miami a unas presentaciones especiales con otra orquesta llamada Cumbia Colombia con la que habíamos hecho un par de discos en Bogotá. Luego yo me regresé a Colombia y él se fue a las Bahamas donde estuvo trabajando y conoció a una chica polaca con la que se casó.
» Años después regresé a Miami mientras él seguía probablemente en las Bahamas. Entonces me enrolé con unos muchachos músicos cubanos y nos fuimos a San Antonio Texas y un buen día, a principios del 69, se apareció Joe allá y se quedó en mi casa con su esposa por espacio de tres meses. Allí estuvimos viviendo juntos. Nos llevábamos muy bien. Yo entonces me fui a estudiar a Boston y él se fue a Houston. Y ya no nos volvimos a ver hasta que, habiendo empezado yo a trabajar con Mongo en Nueva York, me enteré que José Madrid también estaba en la misma ciudad.
» Un día se presentó la oportunidad de que Mongo necesitaba un pianista y yo lo di enseguida el nombre de Joe; él hizo la audición y se quedó en la orquesta y allí estuvimos juntos por casi dos años.
» Luego de eso él siguió viviendo en Nueva York y muy pronto entró a la escena musical de la ciudad componiendo, acompañando y haciendo arreglos para grandes orquestas y figuras que reconocieron su importancia y su valor como pianista y arreglista.
» Después supe que había regresado a Colombia y ya no nos volvimos a ver aunque siempre mantuvimos el contacto. La última vez que supe de él personalmente fue en 2005 cuando estuve tocando en Bogotá y hablamos por teléfono pero no quiso que fuera a verlo porque ya estaba muy enfermo. Ese mismo año murió.
José Madrid era un gran arreglista y pianista al que las ideas musicales le surgían con gran naturalidad. Pero tal vez se confió en esa facilidad y en ese talento natural y no siguió estudiando y buscando. Eso, y cierta vida… Su muerte temprana es una gran pérdida que siempre lamentaré.”
En lo que a este columnista respecta, la última vez que vi a Joe Madrid fue en el marco de Barranquijazz 2001. El festival quiso rendirle un homenaje en su V edición y lo invitó con un cuarteto integrado, entre otros, por el baterista Germán Chavarriaga y Tico Arnedo en la flauta y el saxo. Pero el día de su concierto ocurrió lo insospechado. Luego de los dos primeros temas que prometían una velada gratificante y jubilosa, que le hubiera permitido reencontrarse con quienes lo habíamos conocido en la plenitud de su forma veinte años antes en Barranquilla, y apenas a un par de minutos de iniciado su tercer tema, Joe Madrid debió parar el concierto y retirarse al camerino urgido por una crisis respiratoria. Eso fue todo. Fue un episodio bastante triste. Era el final. Luego de algunas presentaciones en Bogotá fallecería en 2005 luego de unas circunstancias de salud bastante precarias.
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