No veo mayores obstáculos, con el ambiente creado hasta hoy, para que el nuevo gobierno nacional imponga su ritmo y objetivos esenciales a las administraciones territoriales con gobernaciones y alcaldías cuyos mandatos culminan en 17 meses.
El Caribe colombiano no tiene mucha presencia en el Consejo de Ministros y este será tema para análisis con más elementos, como los nombramientos que faltan en los siguientes niveles, algunos con más poder efectivo que los ministerios.
Importante son también las políticas públicas y en esto se puede ya señalar que hay correspondencia entre las necesidades del Caribe y los anuncios desde el alto gobierno.
El “Decálogo de Petro” clarifica objetivos, principios y varias líneas de acción suficientemente explicitas y hasta obvias en las instituciones.
Como estamos, la historia, el marco normativo y la preeminencia económica que tiene la nación (maneja el 80 por ciento de los recursos del Estado) ayudan para variar políticas, cuando sea necesario. Incluso, por prescripción de la pandemia, casi todos los planes de desarrollo territoriales tienen como norma ya decretada la posibilidad de hacer reformas para adecuarse a las orientaciones nuevas.
El discurso de Petro fue institucionalista totalmente. En cuanto a historia e instituciones, desde su creación, el Estado tiene como objetivo la convivencia pacífica con orientación por la democracia y la filosofía de la igualdad hacia más y más bienestar y desarrollo, ahora con el nombre de “desarrollo sostenible” para darle mayor vigencia a lo social- económico con la prevención o control simultánea de los desastres naturales y los provocados por el hombre o antrópicos.
En el caso de la estructura del Estado colombiano, está construida sobre la base de que los municipios son las entidades fundamentales y por lo tanto deben proveer, en primer lugar, servicios o garantías para la vida, convivencia, justicia, trabajo, conocimiento, igualdad, libertad y la paz. De todo esto habló Petro ayer para aterrizar en su Decálogo. Y hay que resaltar que los departamentos se consolidan cada vez más como niveles intermedios entre la nación y los municipios para favorecer a los habitantes en estos últimos.
De manera que, con la posibilidad de mayores recursos fiscales por el alza en la tributación, posibles ahorros por freno a la corrupción y mejor orientación del gasto público, emerge un nuevo capítulo de las administraciones en departamentos y municipios. Cuestión de que se pellizquen las más lerdas.
Ayer, el presidente Gustavo Petro, antes de resumir en diez puntos sus compromisos de orden interno (me refiero al Decálogo) en un discurso de posesión con trascendentales menciones de la política internacional, y el presidente del Congreso, Roy Barreras, hicieron referencias como ejes de sus intervenciones a los padecimientos de los colombianos por los conflictos violentos.
Se trata con esto de justificar los cambios. Así debió ser. Los más reconocidos pensadores coinciden en destacar que los humanos estamos más dispuestos a los cambios cuando hemos padecido los mayores sufrimientos.
Justificar como política, en este caso, el compromiso por la vida y para ello construir un Estado y una sociedad en paz. Petro lo dejó claro tras sus palabras iniciales sobre el simbolismo de la espada de Bolívar, la asistencia al acto solemne con los suyos y con el pueblo, y la referencia a Cien Años de Soledad para enlazar la promesa de una segunda oportunidad sobre la tierra en que, según repetiría después ante los ministros, no quiere fallar.
“Tenemos que terminar, de una vez y para siempre, con seis décadas de violencia y conflicto armado. Yo diría con dos siglos de guerra permanente, la guerra eterna, la guerra perpetua de Colombia. Se puede. Cumpliremos el Acuerdo de Paz. Seguiremos a rajatabla las recomendaciones del Informe de la Comisión de la Verdad”, dijo sin atenuantes en el discurso de posesión.
Lo anunciado en este discurso son reformas, la más trascendentales de ellas como producto de un Acuerdo Nacional con los políticos o partidos, también con la sociedad desarmada en dialogo regional vinculantes sobre pacificación y prosperidad, y oportunidades para los armados ilegales, de quienes dijo que pueden prosperar dentro de la legalidad y beneficios jurídicos.
Petro dijo que hará un gobierno descentralizado y con la escucha como práctica donde no habrá tolerancia con la corrupción y una economía basada en el trabajo, la producción y el conocimiento.
Su Decálogo culmina con un compromiso de acatar la Constitución y para ello citó el artículo primero que define las características básicas del Estado colombiano.
Los diez puntos son:
1. Trabajaré para conseguir la paz verdadera y definitiva. Como nadie, como nunca. Vamos a cumplir el Acuerdo de Paz y a seguir las recomendaciones del informe de la Comisión de la Verdad. El «Gobierno de la Vida» es el «Gobierno de la Paz». La paz es el sentido de mi vida, es la esperanza de Colombia.
2. Cuidaré de nuestros abuelos y abuelas, de nuestros niños y niñas, de las personas con discapacidad, de las personas a las que la historia o la sociedad ha marginado. Haremos una «política de cuidados» para que NADIE se quede atrás.
3. Gobernaré con y para las mujeres de Colombia. Hoy, aquí, empieza un gobierno paritario con un Ministerio de Igualdad. ¡Al fin!
4. Dialogaré con todos y todas, sin excepciones ni exclusiones. Este será un gobierno de puertas abiertas para todo aquel que quiera dialogar sobre los problemas de Colombia. Se llame como se llame, venga de donde venga. Lo importante no es de dónde venimos, si no a dónde vamos. Nos une la voluntad de futuro, no el peso del pasado.
Vamos a construir un Gran Acuerdo Nacional para fijar la hoja de ruta de la Colombia de los próximos años. El diálogo será mi método, los acuerdos mi objetivo.
5. Escucharé a los colombianas y colombianos como lo he venido haciendo en todos estos años. No se gobierna a distancia, alejado del pueblo y desconectado de sus realidades. Todo lo contrario: se gobierna escuchando.
6. Defenderé a los colombianos y colombianas de las violencias y trabajaré para que las familias se sientan seguras y tranquilas. Lo haremos con una estrategia integral de seguridad.
7. Lucharé contra la corrupción con mano firme y sin miramientos. Un Gobierno de «cero tolerancia». Vamos a recuperar lo que se robaron, vigilar para que no se vuelva a hacer y transformar el sistema para desincentivar este tipo de prácticas. Ni familia, ni amigos, ni compañeros, ni colaboradores… nadie queda excluido del peso de la Ley, del compromiso contra la corrupción y de mi determinación para luchar contra ella.
Desde hoy los cuerpos de inteligencia del Estado no perseguirán la oposición política, ni la prensa libre, ni el Poder Judicial, ni el que piensa ni la que piensa diferente.
Hoy el principal objetivo de los cuerpos de inteligencia del Estado es ubicar y combatir la corrupción.
8. Protegeré nuestro suelo y subsuelo, nuestros mares y ríos. Nuestro aire y cielo. Nuestros paisajes nos definen y nos llenan de orgullo. Y, por eso, no voy a permitir que la avaricia de unos pocos ponga en riesgo nuestra biodiversidad.
9. Desarrollaré la industria nacional, la economía popular y el campo colombiano. Priorizaremos a la mujer campesina, a la mujer de la economía popular, indudablemente; al microempresario y al pequeño y mediano empresario de Colombia. Pero nuestra invitación es a producir, es a trabajar, es a ser conscientes de que solo seremos una sociedad rica si trabajamos. Y que el trabajo, cada vez más, en el siglo XXI, es una propiedad del conocimiento, del cerebro, de la inteligencia humana.
10. Cumpliré y haré cumplir nuestra Constitución. Desarrollaremos también una nueva cobertura legal para hacer sostenible, justo e igualitario nuestro desarrollo. La ley, como dice Paolo Flores d’Arcais, es el poder de los que no tienen poder. Necesitamos mejores leyes, nuevas leyes al servicio de las grandes mayorías y garantizar su cumplimiento.
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