top of page
Foto del escritorVíctor Herrera M.

´El campo a toda marcha´


Este es el nombre del plan que ha iniciado la gobernadora del Departamento del Atlántico, Elsa Noguera, en medio de las dificultades económicas y sociales del momento propias de esta pandemia, que busca reivindicar al campesinado de nuestro territorio y alcanzar la productividad que hace muchos años tuvo y que iba en el camino de convertirlo en la “despensa agrícola” de la costa. Hoy, por el contrario, lo que existe es una gran deuda histórica con esa región del sur del Atlántico que, además, sufrió los embates del boquete en el Canal del Dique hace 10 años que inundó unas 40 mil hectáreas, de las más productivas, y cuyas consecuencias todavía se ven en la falta de hogar y tierras para cultivar de muchas de las familias que resultaron damnificadas. Lea también: La mala hora del carbón Si, la realidad hoy es muy distinta a la proyección que se tenía desde cuando Repelón, con sus cultivos de tomate, encabezaba la productividad agrícola del departamento o cuando se empezó a hablar del famoso Distrito de riego Santo Tomas – El Uvito a finales de los años 90. Comenzando porque el 80% de los productos agrícolas que consumimos hoy aquí –en Barranquilla y el Atlántico– provienen de diversos lugares del interior del país. En los últimos años las cosechas de las 14 mil hectáreas que siembran en el Atlántico los cultivadores de maíz, yuca, millo, ahuyama, patilla y melón se han disminuido en un 70%, fundamentalmente por falta de agua (en pleno siglo XXI). De hecho, en el pasado mes de agosto debió empezar a recogerse la cosecha de abril. No sucedió. Así mismo los ganaderos han sufrido una baja de por lo menos un 75% en la producción en leche y queso (de 120 mil litros de leche diarios se ha pasado a 30 mil), además de la pérdida de peso de los animales por falta de pastos frescos y agua abundante que demandan las 250 mil cabezas de ganado que hay en los hatos del departamento. A lo anterior se suma la desgracia de los cultivadores de cítricos que, atacados sus cultivos por el denominado Dragón Amarillo, han disminuido en un 80% la exitosa producción de antes. Los campesinos están cansados y sin recursos, sus hijos, decepcionados, creen que su futuro está lejos del campo y la creciente urbanización ha disminuido las áreas de cultivo. Por eso, nos parece de la mayor importancia y trascendencia para la seguridad alimentaria del departamento el convenio que acaban de firmar aquí el Ministro de Agricultura, Rodolfo Zea, la directora de la Agencia Nacional de Desarrollo Rural, Ana Cristina Moreno, y la gobernadora del Atlántico para coadministrar los 3 distritos de riego, empezando por el de San Pedrito, en el municipio de Suan. Ello, aunado a la garantía de agua 24/7 (la gobernadora fue ministra del ramo), la financiación conveniente de Finagro y la asistencia técnica y en comercialización de los productos, asegura lo que puede ser el inicio de la reivindicación económica y social del sector agroindustrial en el departamento. Lea también: ¿Qué es lo que se está fraguando en el AMB? Quizás, como una premonición el Ideam ha anunciado que comenzaron los meses más lluviosos del año (incluyendo el fenómeno de La Niña) y que probablemente se extenderán hasta inicios del 2021. Es tal vez esta la última oportunidad de nuestros campesinos. Solo falta la constancia en la voluntad política y la credibilidad y el compromiso de muchísimas familias en este intento por encontrar la manera de salir de la situación desesperante y desesperada en que los ha sumido el abandono de varias décadas y, ahora, la pandemia.

Comments


bottom of page