Además de tener que aprender a lidiar con una pandemia, el coronavirus le instaló la realidad de la muerte en la mente de las personas. Cada día y desde hace un año solo se escuchan las cuentas de cuántos casos nuevos y muertes diarias hay en cada país y en el mundo, además de noticias e informes de conocidos, amigos y parientes, que están muriendo o siendo hospitalizados por causa de la pandemia. Es lógico que todo este caudal de información incremente el temor en hombres y mujeres, así como en niños, jóvenes y mayores. Lo que sigue es que ese temor se convierte en ansiedad, desesperanza y hasta impotencia. Esta situación produce en las personas un sobredimensionamiento del riesgo de contagio si se acude a un hospital por cualquier otra causa y se asocia inmediatamente con el riesgo extremo de llegar a morir.
En otras palabras, el pánico se está tomando la mente de las personas en el mundo por la pandemia y así la salud mental está afectándose a tal punto que le está dificultando a las personas poder enfrentar y soportar esta pandemia que pareciera no querer irse con la misma velocidad con la que llegó y se dispersó por el mundo entero.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), “la pandemia está provocando un incremento de la demanda de servicios de salud mental. El duelo, el aislamiento, la pérdida de ingresos y el miedo están generando o agravando trastornos de salud mental. Muchas personas han aumentado su consumo de alcohol o drogas y sufren crecientes problemas de insomnio y ansiedad. Por otro lado, el COVID-19 puede traer consigo complicaciones neurológicas y mentales, como estados delirantes, agitación o accidentes cerebrovasculares. Las personas que padecen trastornos mentales, neurológicos o derivados del consumo de drogas también son más vulnerables a la infección del SARS-CoV-2 y podrían estar expuestos a un mayor riesgo de enfermedad grave e incluso de muerte”, (Covid -19 disrupting mental health services in most countries, WHO).
Como lo dice la traducción del título del informe de la OMS derivado de un estudio adelantado en el 2020 en 130 países, los servicios de salud mental se están viendo perturbados por la COVID-19 en la mayoría de los países, tanto que las cifras y datos resultantes muestran innegables efectos devastadores del coronavirus COVID-19 sobre el acceso a los servicios de salud mental y coloca sobre la mesa la urgente discusión sobre la necesidad de incrementar la financiación para la prestación de este tipo de servicios.
Según la OMS la pandemia de COVID-19 ha perturbado o paralizado los servicios de salud mental esenciales del 93% de los países escogidos para el estudio mencionado, situación que se ve agravada con el evidente aumento de la demanda de atención de salud mental en el mundo.
Al revisarse el asunto de la financiación de la salud mental, se resalta el hecho que antes de la pandemia los países tan sólo destinaban el 2% o menos de sus presupuestos de salud para la salud mental, y si bien “el 89% de los países señalaron que la salud mental y el apoyo psicosocial formaban parte de sus planes nacionales de respuesta a la COVID-19, apenas el 17% de esos países disponen de una financiación adicional suficiente para sufragar esas actividades”.
El estudio así mismo revela que más del 60% de las naciones han tenido perturbaciones en los servicios de salud mental destinados a las personas vulnerables afectando todos los grupos etáreos de la población, incluidos niños, niñas y adolescentes (72%), así como en “las personas mayores (70%) y las mujeres que requieren servicios prenatales o postnatales (61%)”.
La afectación de los tipos de servicios de salud mental se evidenció en todos los frentes de atención: “el 67% observaba perturbaciones en los servicios de orientación psicológica y de psicoterapia; el 65% en los servicios esenciales de reducción de riesgos; y el 45% en los tratamientos de mantenimiento con agonistas de opiáceos para los adictos a los opiáceos”.
En lo relacionado con las intervenciones de emergencias en salud mental, el estudio demostró que en el 35% de los países, este tipo de atenciones se afectaron, “incluidas las destinadas a personas afectadas por convulsiones prolongadas, síndromes de abstinencia severos relacionados con el consumo de drogas y estados delirantes”.
Y uno de los componentes básicos para la atención integral de la salud mental como son los medicamentos, se demostró en el estudio que “el 30% señaló perturbaciones en el acceso a los medicamentos destinados a tratar trastornos mentales, neurológicos y derivados del consumo de drogas”.
De otra parte, otra investigación realizada en 7.348 pacientes con COVID-19 en Nueva York (USA) arrojó como resultado que los pacientes con trastornos psiquiátricos crónicos, como la esquizofrenia, se contagian más y tienen complicaciones más severas, en especial aquellos que están en servicios de psiquiatría, que de acuerdo con los investigadores, los pacientes con esquizofrenia tendrían hasta tres veces más riesgo de contagiarse. (Association of Psychiatric Disorders With Mortality Among Patients With COVID-19).
Estas cifras y datos de la salud mental en la pandemia han llevado incluso a que Afzal Javed, presidente de la Asociación Mundial de Psiquiatría, solicite a que en los países del mundo, junto con el talento humano en salud, se incluyan a los enfermos mentales crónicos en las listas de las vacunas prioritarias, ya que ellos tienen unos riesgos más altos en sus vidas, por la comorbilidad con otras enfermedades médicas, y la incapacidad para tomar las medidas necesarias para cuidar su salud.
En síntesis, la realidad de la afectación de la salud mental con la pandemia por el coronavirus pone de manifiesto la necesidad de inyectar más dinero en el sector de la salud mental, especialmente en países como Colombia donde el conflicto armado de más de cinco décadas ya ha afectado en gran manera la salud mental de una cantidad importante de la población de este país. Por eso, a medida que la pandemia siga su curso, se deberá intensificar la demanda de programas nacionales e internacionales de salud mental, que se encuentran debilitados por años de carencias crónicas de financiación pues destinar solo el 2% de los presupuestos nacionales de salud en salud mental definitivamente no es suficiente. Por ello los poderosos del mundo y los donantes internacionales también deben hacer más de lo que hasta ahora han venido haciendo en el marco de la solidaridad entre las naciones, dado que hasta ahora el capítulo de la salud mental está recibiendo menos del 1% de la ayuda internacional destinada específicamente a la salud.
En tiempos de pandemia y en todo tiempo, la salud física de la gente es muy importante, pero su salud mental es más importante para enfrentar y soportar esta particular experiencia con la que el mundo está lidiando desde hace un año largo, sino seguirán siendo una locura las cifras y los datos de la salud mental en estos tiempos de pandemia.
El autor es Médico Cirujano, Especialista en Gerencia de Servicios de Salud y Especialista en Seguridad Social Latinoamericana. Ha sido: Vicepresidente de la Junta Directiva Nacional de la Asociación Colombiana de Hospitales y Clínicas (ACHC), Consejero Nacional, Departamental (Atlántico) y Distrital (Barranquilla), de Seguridad Social en Salud, miembro de juntas directivas de IPS privadas y de empresas sociales del estado, asesor en salud de la Contraloría General de la República, gerente del Hospital Universitario CARI ESE. Actualmente: docente universitario, columnista en medios impresos y virtuales, consultor y asesor en servicios en salud, editor de NOTAS DE ACTUALIDAD EN EL SECTOR SALUD. Todas las columnas del autor encuéntrelas en https://ulahybeltranlopez.blogspot.com o solicítelas al contacto: ubeltran@hotmail.com
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